domingo, 17 de abril de 2011

El posmachismo está aquí Artículo de Miguel Lorente Acosta

Miguel Lorente Acosta, delegado del Gobierno español para la Violencia de Género, desgrana para Pikara Magazine las estrategias que emplea el posmachismo para mantener las desigualdades de género y emplaza a ver en la igualdad una deuda histórica
La igualdad no gusta, no hay que darle más vueltas, es así de sencillo. Y no gusta por lo que representa y por lo que significa, que no es otra cosa que hablar de ella no sólo sobre la referencia del artículo 7 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que recoge la “igualdad ante la ley” sino, sobre todo, hacerlo alrededor de su artículo 2, el que se refiere a la igualdad como principio básico, pues no sólo hay que ser iguales ante la ley, sino que debemos serlo, fundamentalmente, antes de la ley. Dejar que la ley dirima los problemas sobre la igualdad es reconocer que nos movemos en la desigualdad.
Aunque ahora nos pueda parecer extraño, la reacción crítica contra la igualdad no es muy diferente a la que antes se ha producido al intentar poner fin a los privilegios de sangre, religión, raza,… Ahora toca acabar con los privilegios basados en el sexo, que, aunque duela o moleste, han estado en el lado de los hombres, y la reacción no ha tardado en aparecer en forma de resistencias y rechazo para evitar que se consiga. 
Las políticas y medidas para conseguirlo se pueden criticar o, simplemente, no compartir, eso no es problema y resulta positivo en una democracia, lo que no es admisible es la manipulación para evitar alcanzar el objetivo democrático. Y lo que actualmente se está produciendo es una manipulación basada en dos grandes estrategias. Por un lado, se hacen interpretaciones interesadas de la información y datos existentes (se compara las absoluciones judiciales con denuncias falsas, la fimosis con la mutilación genital femenina, la violencia ejercida por los hombres a las agresiones realizadas por mujeres…), para desvirtuar los argumentos y luego decir que los estudios institucionales e internacionales son producto de un “complot o conspiración de género”, y que no se admite la discrepancia. En segundo lugar, lo que se hace es mezclarlo todo para que la idea de conspiración parezca más real y para confundir sobre el significado de lo que cada acción pretende conseguir, circunstancia que se aprecia al poner dentro del mismo cajón argumental las cuestiones relacionadas con violencia de género, la custodia compartida, las ayudas laborales o de formación para corregir la desigualdad, los beneficios económicos o la promoción profesional de quienes desarrollan estas medidas…
Es cierto que las críticas ya no se hacen de manera directa contra la igualdad, eso ha sido el papel del machismo tradicional, pero las llevan a cabo cuestionando los avances de la igualdad para que no haya una alternativa a la posición histórica. El planteamiento es simple: si nada cambia, todo sigue igual. Es el posmachismo, la nueva estrategia para conseguir mantener la desigualdad, y es tan exitoso porque juega con los sentimientos de toda la vida y los miedos de la “amenaza” que supone un nuevo escenario.
Para el posmachismo el avance de la igualdad es “ingeniería social”, sin embargo la construcción de la desigualdad ha sido “orden natural”; el estudio sobre la desigualdad y la promoción de la igualdad es adoctrinamiento, mientras que mantener y transmitir las ideas tradicionales es educación; el feminismo, que busca la igualdad de hombres y mujeres, es como el machismo que la negado y, en consecuencia, mejorar las oportunidades de las mujeres es atacar las de los hombres. Esta situación demuestra una “actitud paranoica paradójica”, puesto que cuando se habla de maltratadores sienten que la referencia es común a cualquier hombre, pero cuando se habla de igualdad piensan que sólo se refiere a las mujeres.
Es triste reconocerlo, pero todavía hoy no se ha alcanzado la igualdad entre hombres y mujeres, y en pleno siglo XXI las mujeres siguen sufriendo violencia normalizada, minimizada, justificada, ¡negada!,… cobran menos por el mismo trabajo, asumen el trabajo asalariado sin abandonar el doméstico, padecen más pobreza, son tratadas, esclavizadas y explotadas sexualmente para que hombres puedan utilizarlas, humillarlas, maltratarlas y violarlas,… Aunque parece que todo eso no existe para el posmachismo, que sólo ve un “ataque del feminismo contra los hombres”, como si acabar con todo ello eso no fuera una cuestión de justicia, dignidad y de derechos humanos, y como si quienes históricamente han reivindicado y luchado por ello (también eran unas feministas radicales las que pidieron el voto de las mujeres) no merecieran el reconocimiento de la sociedad que se beneficia de sus logros. 
No se puede poner el contador de la desigualdad a cero como si nada hubiera ocurrido y como si lo ocurrido no tuviera un significado, aún son muchas las consecuencias de la desigualdad y, lo más importante, todavía no está interiorizado el valor de la igualdad como una de las referencias sobre las que articular la convivencia en la sociedad y las relaciones entre hombres y mujeres. Ponerlo a cero sería continuar con el lastre de la desigualdad y mantener la deuda con la igualdad. El posmachismo lo único que busca es tiempo, lo mismo que han tenido siempre. La historia está de su parte si no se analiza de forma crítica, y no renuncian a ella.
La cuestión que surge es si debemos admitirlo y si una sociedad democrática, con independencia de las críticas y discrepancias, puede poner en el mismo plano los argumentos sexistas, racistas o discriminatorios en general, con los que promueven los derechos humanos. Yo, sinceramente, creo que no. La igualdad no debe generar recelo ni dudas, es la deuda que tenemos pendiente con la historia y será buena para mujeres y hombres, y ante unas críticas tan poco fundamentadas como las que se hacen habría que hacer la pregunta básica de la investigación criminal: a quién beneficia. Ahí está la respuesta.

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